miércoles, 27 de marzo de 2013

Los fieles del Nazareno


Crónica escrita en Abril de 2011

Con una Caracas desolada por la partida de sus habitantes hacia costas y montañas venezolanas, bajo un cielo completamente encapotado y apuntico de estallar el aguacero, tomé un paraguas, calcé mis converse y con cámara y libreta en mano me dirigí hacia el centro de la ciudad, lugar de concentración de los devotos en esta semana santa de abril.
La lluvia no fue suficiente para apaciguar la fe de los católicos caraqueños que acudieron en masa el jueves santo a venerar la imagen del Nazareno de San Pablo en la Basílica de Santa Teresa.
Allí, en pleno corazón de Caracas donde a diario batallan mototaxistas, buhoneros, pregoneros y policías, este jueves santo cedieron unos metros de su espacio para que los feligreses, vestidos con túnicas moradas, con palmas benditas en sus manos y peticiones en sus corazones acudieran a la casa del señor para rendirle tributo en su semana.
Esta construcción declarada monumento histórico nacional en 1959 carga a cuestas años de tradición eclesiástica (casi 300). La más emblemática para los caraqueños se remonta al año de 1597, cuando la llamada peste del vómito negro asoló la ciudad. Durante esa semana santa, en la procesión del Nazareno de San Pablo, se cuenta que su corona de espinas se quedó enganchada en un limonero e hizo caer sus frutos con los que los feligreses hicieron jugo y los que tomaron del ácido zumo fueron curados de la mortal peste rápidamente. Desde que se edificó la basílica en 1881 se mantiene la tradición de sacar en procesión al Nazareno.
La iglesia, ubicada entre las esquinas La Palma y Santa Teresa, alberga a miles de fieles que todos los años acuden a recibir la gracia del señor. Durante este año se espera que 2 millones de personas la visiten.
Para ingresar al templo en esta semana de abril, no hace falta sólo fe, también hay que ir armados de mucha paciencia, zapatos cómodos, un paraguas y algo de dinero por si acaso a uno se le antoja un suvenir de esos que ofrecen alegremente los vendedores ambulantes.
Entonando el cántico “la palma a 5 mil, lleve su  palma bendita a 5 mil, el sahumerio (mezcla de mirra, incienso y carbón) a 10 y la estampita del nazareno para bendecir a la familia 2”, el vendedor de turno hace su agosto. En los minutos (nada despreciables) que pasé antes de ingresar a la Basílica de Santa Teresa me sentí tentada a dejar lo poco que queda de la quincena en las manos de los comerciantes informales que ofrecen todos los productos necesarios para completar los rituales de la semana mayor.
Nada más cercano a esa imagen ancestral que nos relata la Biblia cuando Jesús acudió al templo de Jerusalén aventando mesas y puestos de mercaderes y expulsó a los comerciantes por profanar la casa del señor.El hijo de María y José, presente en carne y hueso en el lugar, hubiera hecho exactamente lo mismo que hace dos mil años.

Como también hay tiempo para el descanso, la reflexión y la distracción para aquellos que permanecimos en la capital durante el asueto, los buhoneros de películas se ajustaron a la ocasión. En vez de ofrecer las típicas Rápido y Furioso, Eclipse, y las últimas de cartelera, los vendedores cambiaron su mercancía por cintas más temáticas. Ben Hur, Los Diez Mandamientos, Esther, La Pasión de Cristo, Quo Vadis y Marcelino Pan y Vino eran sólo algunos de los títulos que ocupaban la mesa plegable ubicada en la parte baja de las Torres del Silencio, acompañadas del letrero “Películas de Jesús a 5 mil”.
Al observar la lluvia que arreciaba mientras recorría los empantanados  pasillos de la planta baja del Centro Simón Bolívar, comenzaron a aparecer los puestos con rosarios, imágenes de santos, las matas de sábila amarradas con una cinta morada y acompañadas con un frasquito de agua bendita y las voces cada vez más altas ofreciendo los mejores precios para cada uno de estos “santos artículos”. Un vendedor cansado y decepcionado por la lluvia, decidió rematar su mercancía y partir a casa, donde me aseguró que le esperaban unas frías y un sancocho de gallina. “Nos vamos, nos vamos, si me compran un santo grande del Nazareno, se llevan otro pequeño gratis, vamos, compren que estoy recogiendo”. Los estropajos y la canela también eran parte de los suvenires.
Muchos de los buhoneros no son trabajadores regulares de la economía informal. Algunos de ellos son refugiados que se alojan en el piso 2 del Ministerio de Salud mientras el gobierno los reubica en viviendas dignas, tal como se les ofreció hace 4 meses atrás cuando las lluvias afectaron a buena parte del país. Yeismar me contó que colocaron el puesto de sahumerio y esencias sólo por estos días de semana santa. Mientras rellenaba bolsitas plásticas con  arenillas olorosas comentó que había sido fructífera la venta a pesar de la lluvia “Ya sabes, a veces tienes que tener paciencia, pero en general nos ha ido bien, la policía no se ha metido con nosotros porque tenemos permiso”. Después del sábado de gloria volverían a su refugio a esperar por la ansiada vivienda mientras ideaba otras maneras temporales de ganarse el pan.
La cola avanzaba y el panorama se iba transformando. Bomberos y policías custodiaban el ingreso a la basílica, mientras las ancianas apretaban con más fuerza la palma junto a su pecho al tiempo que se le iluminaban los ojos con la inminente visita al Nazareno de San Pablo.

Historias de fe
Para Mayra, éste es el primer año que acude a la Basílica de Santa Teresa vistiendo el traje del Nazareno. Junto a sus dos hermanos llegó a la iglesia para agradecer a Cristo por la salvación de su hermana, Laura. Hace un año, Laura sufrió un accidente automovilístico y los médicos que la trataban habían descartado toda esperanza de curación. Mayra puso su fe y la salud de Laura en las manos del Nazareno que este jueves santo visita. Semanas más tarde, Laura experimentó una repentina recuperación que le permitió vestir de morado junto a sus hermanos y participar en la tradición.
Para Freddy y Flor, una pareja de esposos de aproximadamente 60 años de edad, esta tradición data de “toda la vida”. Según recuerdan, acuden a visitar al Nazareno desde que sus hijos estaban muy pequeños (ahora tienen 40 años). Su devoción no se debe a ningún milagro particular, sólo en señal de infinito agradecimiento por todo lo que les han concedido el Nazareno durante sus vidas; salud, empleo, familia, “siempre me ha ido bien, todo me ha salido como he querido”. Aunque Freddy reconoce que en esta oportunidad pedirá por una neuralgia que le afecta desde hace un año. Comentó que hace algunos años un día antes del miércoles santo perdió su bata morada con la que hacía la peregrinación y se preocupó porque no tendría atuendo para visitar al Nazareno. (Obviamente no había puesto atención a los más de 30 puestos que ofrecen las túnicas desde 30 Bolívares Fuertes para los más pequeños hasta 60 Bolívares en talla única de adulto). “De repente, cuando fui al lavandero, allí estaba una bata morada guindada. Mi esposa y yo no sabíamos de su procedencia”. Al llamar a sus hijos constató que la prenda pertenecía a su hija menor, quien la dejó allí por casualidad porque era una bata de hospital que ya no usaría. Para Freddy la presencia de Dios tiene distintas maneras de manifestarse.
Una joven, de 32 años, María Clara, comentó que realizaba esta peregrinación desde hacía 4 años, en el momento en el que le encomendó a su hija, al momento de dar a luz al Nazareno. Los médicos le habían advertido que sería una situación delicada, pues su niña nacería un mes antes de lo previsto. Después de rezar mucho y encomendarse al señor, todo salió bien en el alumbramiento de Camila y desde la fecha comenta que cumple con su promesa.
                Sin duda alguna el caso que más llamó mi atención fue de una señora que ingresó arrodillada al templo. Desde Petare Gloria se movilizó en metro para visitar al Nazareno de San Pablo. Flexionó sus rodillas y casi a rastras entró a la iglesia para ver de cerca la imagen de Cristo cargando la Cruz. Aquella figura tallada en madera, vistiendo una túnica morada bordada con hilos de oro y adornada con más de cinco mil orquídeas es la responsable de que su hijo esté con vida.
Esta madre de 62 años pidió por la salud de su hijo Ernesto, quien hace 2 meses había sufrido un Accidente Cardiovascular (ACV) y cuyo estado era de suma gravedad. Le prometió al Nazareno llegar de rodillas en semana santa si le curaba a su hijo. Y así fue. Ernesto goza de buena salud y Gloria seguirá cumpliendo con su promesa para agradecer el milagro.
Aunque sea por una semana, los venezolanos somos todos lo mismo en cuanto a tradiciones se refiere. Policías conversaban en sana paz con los buhoneros; transeúntes, vehículos y mototaxistas parecían convivir en los mismos metros de la calle y la señora de Catia le enseñaba sus estampitas y oraciones  a la que tiene la quinta en Prados del Este mientras conversaban en la cola. En fin, en medio de todo aquel bullicio y algarabía siempre hay tiempo para agradecer y reflexionar.

1 comentario: